4 de agosto de 2019

Largo viaje hacia la nada

Largo viaje hacia la nada pertenece a la colección de ciencia ficción de los bolsilibros de la Editorial Bruguera. Más concretamente de la serie La conquista del espacio
La verdad que los bolsilibros me parecen súper cucos, son libros que pretenden entretener no ganar el Premio Planeta. Como son tan pequeños, se leen en seguida y en cada capítulo pasan un montón de cosas. Por lo general, en todos los bolsilibros las historias son intrépidas con un punto alucinante y humorístico.
 El autor de este libro es Curtis Garland, uno de los muchos pseudónimos que utilizaba Juan Gallardo Muñoz (1929- 2013). Un autor súper completo que dominaba varios géneros, desde el oeste, terror, artes marciales, policiáco o incluso un thriller histórico. Es un autor de lo más versátil, como lo fue también Joseph Berna, otro autor vinculado a la Editorial Bruguera y que podemos decir que pertenece a ese grupo de autores de la literatura popular española junto a Corín Tellado o Silver Kane. Se dice que Gallardo Muñoz escribió más de dos mil títulos ¡casi nada!.
Pero vayamos a por el libro. El título ya de por sí me gusta, Largo viaje hacia la nada, suena misterioso, enigmático y hasta trascendental. El inicio de la historia nos sitúa en el Planeta Tierra, nuestro planeta, el cual sufre una especie de cataclismo fatal que produce la extinción de todo ser viviente gracias a una contaminación radiactiva. El origen de este cataclismo no está del todo claro, en realidad el autor nos dice indirectamente, que los propios humanos, más bien los empresarios y políticos, son los responsables de la destrucción del planeta a base de la sobreexplotación de los recuersos. Este argumento, utilizado hace más de 50 años, podemos decir que ahora está de rabiosa actualidad. En fin, que este desastre los habitantes de a pie ya lo preveían, así es como a nuestro protagonista, bautizado por él mismo como Zero, le pilla la gran catástrofe en un refugio anticontaminación en el que se hallaba haciendo prácticas. Así es como pasa dos soglos en letargo, durmiendo y se despierta en el año zero, según él. Zero pasa 7 años solito en su refugio en el espacio muy tranquilamente, demasiado tranquilo. Pero esta tranquilidad se acaba cuando un intruso se cuela en su nave. Este intruso resulta ser Mannex, un hombre que debido a la alta radiación sufrida, mutó y ahora es como un hombre de metal que absorbe y neutraliza las radiaciones. Vale, resulta que Mannex le dice a nuestro hombre, Zero, que hay más como él (como Mannex) y que están sufriendo el ataque de unos seres súper violentos y mortíferos. Así que Zero deja su apacible refugio y se va a lo que queda de la Tierra que está toda inundada por los mares para encontrarse de pleno con estos seres que son una mutación muy loca entre un pez, una rana y un hombre. Pero eso no es todo, resulta que  luego cae del cielo en una capsula, una mujer. Este dato es muy importante porque no hay mujeres en este nuevo mundo. Cuando van a buscar al resto de hombres metálicos, resulta que están todos muertos porque una nueva amenaza se vierte sobre ellos. Las máquinas, antes dominadas y fabricadas por el hombre, también han mutado y ahora gozan de inteligencia artificial, que además es maligna a rabiar. No cuento más de la historia porque sino, ya no tiene gracia su lectura. El final es especialmente curioso. Ahí lo dejo.
Como podéis comprobar, en el libro tenemos un hombre y una mujer, un hombre metálico, monstruos ranas, y máquinas locas con aires de grandeza. 
Recomiendo mucho la lectura de estos bolsilibros. Son únicos. Sus historias son "trepidantes"y a la vez, te sorprenden con cosas cada vez más histriónicas. 
Estos bolsilibros son joyas de nuestra cultura popular.

Contemplé, con horror, la escena dantesca. Emergió entre el oleaje convulso, una forma grandiosa, aterradora, la de un auténtico coloso marino, jamás visto antes de ahora…
Otra de las convulsas criaturas de la actual evolución planetaria. Un ente producto de mutaciones y alteraciones genéticas inauditas, que sólo Dios sabía de qué rara especie y origen procedía.

Y pensé. Comencé a pensar.
A pensar más intensamente de lo que jamás lo había hecho antes, en ocasión alguna.
Era mi única arma posible. Un arma invisible e intangible. Un arma que reposaba en el fondo de mi cerebro: mi propio pensamiento.

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